sábado, 29 de octubre de 2011
BUT WHEN YOU KNOW IT'S WRONG, YOU GOT TO CUT IT LOOSE
Oh, it's better up ahead
The worst is over now
Remember what I said
Live, you don't have to look back
But if you ever do,
You know where I'm at.
domingo, 23 de octubre de 2011
HappyThankYouMorePlease
La vida nos presenta un abanico amplio de circunstancias tristes, angustiantes o dolorosas, frente a las cuales sentimos la impotencia de no poder hacer algo para su resolución. Es una impotencia que muchas veces surge después de haberlo intentado todo, que nos interpela acerca de qué más podríamos hacer, o qué nos provoca el temor o la culpa de lo que se percibe como una resignación que se avecina. Y asociamos resignación con rendirnos, con claudicar, con el sentimiento negativo de lanzarnos a una derrota.
Sin embargo, después de haber atravesado con coraje un camino difícil que a todas luces llega a su fin, la sabiduría no está en seguir intentado ciegamente, sino en aceptar lo que nos toca de la mejor manera posible. Con un “sí acepto” dentro de todo feliz. Y esto no tiene nada que ver con la resignación, no es conformismo, cobardía o pereza; es afirmación, aceptación de la realidad, comprensión de las limitaciones y de la voluntad de abrazar la vida en clave de sí.
La aceptación no es la actitud sumisa y sin filtro de quién se conforma fácilmente con las cosas tal como vienen, sintiéndose victima de un destino contra el que no se puede luchar. La aceptación tiene poco de ignorancia y mucho de sabiduría, de conocimiento profundo de una realidad y de su alineación con la conciencia de lo que nos es posible. Es un “sí” que resulta de una mezcla de saber, de afecto y de emoción.
Aceptamos la realidad y elegimos la actitud con la cual vamos a seguir caminando, sin tropezarnos con una excusa o justificación para detener la marcha.
Tras la elección de la aceptación no sobreviene una alegría eufórica, sino una paz dinámica, un sentimiento de tranquilidad interior que empuja hacia el bien, de uno, de los otros y de todos.
Esta película, que recomiendo ampliamente, me enseña a mirar la vida de otra manera, más alegre y menos pretenciosa. Incorporar el concepto de gratitud, aprender a decir gracias, y a pedir un poco más por favor, más amor, mas amistad, más risas, más experiencias, y porqué no, un poco más de ese trago que me encanta.
Esta actitud de vida se construye con cada decisión cotidiana de mirar la realidad con los ojos bien abiertos, de plantarnos con los pies firmes sobre la tierra, de aferrarnos a las convicciones, pero animándonos a interpelar nuestra conciencia y a optar en consonancia con nuestra razón y nuestro afecto.
El “sí, acepto”, es una forma de sentirse agradecido por las cosas buenas que nos pasan, y el pedir un poco más, es una clave sencilla en la formula de la felicidad, mucho menos complicada y mas a mano de lo que solemos imaginar cuando idealizamos estados del alma en vez de vivir a pleno cada instante.
Una de mis amigas el otro día me dijo: “dejá de pensar que nunca te va a pasar a vos, dejá de concentrarte en eso que no te sale y de quejarte, y prométeme que vas a tener una actitud más positiva para con la vida”.
Este es mi primer paso.
martes, 11 de octubre de 2011
TRUE STORY
Una de mis amigas se quedó dormida mirando una película en la casa del novio. Cuando se levantan, decide ir a la cocina a buscar algo para tomar. Muy tranquilamente sirve agua en dos vasos, los pone en una bandeja y comienza a caminar en dirección al cuarto, silenciosamente, para no despertar a los padres de él.
Pero en el camino se cruzó con la perrita histérica que siempre se le ocurre ladrar en su tono más agudo e insoportable en la mitad de la noche, y despertar a todos.
Mi amiga deja la bandeja, se agacha para agarrar a la perrita y calmarla, cuando se da cuenta de que estaba masticando algo raro.
La perrita es una hija más para la familia concheta de Belgrano, y es la protegida de la madre. Tiene un menú especial, y no le permiten jamás salir de su dieta balanceada.
Mi amiga estaba al tanto de la obsesión y del escándalo que se podía llegar a armar si se enteraban que tragó algo fuera de lo que debía, por lo que procedió a sacarle eso que estaba comiendo. Después de una lucha caprichosa con el pequeño animal, se empezó a percatar de lo que tenía en la mano... era un forro... todo usado.
De ellos no era, las hermanas habían salido. Los únicos que estaban en la casa eran, eran, eran.... LOS VIEJOS! (Oh my effing God... en sus manos tenía un FORRO, USADO, POR LOS PADRES DEL NOVIO!)
Ella no sabía en dónde meterse, qué hacer o decir. Vuelve a la cocina, lo envuelve en una servilleta y empieza a pensar: "si lo tiro en el tacho del cuarto, van a pensar que es nuestro, cuando en realidad, no hicimos más que dormir! Si lo tiro en el tacho de la cocina, se van a dar cuenta de que alguien lo encontró, y no podría ser capaz de mirarlos otra vez a la cara. Ya fue, me lo guardo en el bolsillo y lo tiro cuando salgo."
Esto, por supuesto, nunca se lo contó al novio, y la cara de trauma cuando nos reataba la historia, fue completamente impagable e irreproducible.
Pero en el camino se cruzó con la perrita histérica que siempre se le ocurre ladrar en su tono más agudo e insoportable en la mitad de la noche, y despertar a todos.
Mi amiga deja la bandeja, se agacha para agarrar a la perrita y calmarla, cuando se da cuenta de que estaba masticando algo raro.
La perrita es una hija más para la familia concheta de Belgrano, y es la protegida de la madre. Tiene un menú especial, y no le permiten jamás salir de su dieta balanceada.
Mi amiga estaba al tanto de la obsesión y del escándalo que se podía llegar a armar si se enteraban que tragó algo fuera de lo que debía, por lo que procedió a sacarle eso que estaba comiendo. Después de una lucha caprichosa con el pequeño animal, se empezó a percatar de lo que tenía en la mano... era un forro... todo usado.
De ellos no era, las hermanas habían salido. Los únicos que estaban en la casa eran, eran, eran.... LOS VIEJOS! (Oh my effing God... en sus manos tenía un FORRO, USADO, POR LOS PADRES DEL NOVIO!)
Ella no sabía en dónde meterse, qué hacer o decir. Vuelve a la cocina, lo envuelve en una servilleta y empieza a pensar: "si lo tiro en el tacho del cuarto, van a pensar que es nuestro, cuando en realidad, no hicimos más que dormir! Si lo tiro en el tacho de la cocina, se van a dar cuenta de que alguien lo encontró, y no podría ser capaz de mirarlos otra vez a la cara. Ya fue, me lo guardo en el bolsillo y lo tiro cuando salgo."
Esto, por supuesto, nunca se lo contó al novio, y la cara de trauma cuando nos reataba la historia, fue completamente impagable e irreproducible.
miércoles, 5 de octubre de 2011
with magic soaking my spine
You know, I do believe in magic. I was born and raised in a magic time, in a magic town, among magicians. Oh, most everybody else didn’t realize we lived in that web of magic, connected by silver filaments of chance and circumstance. But I knew it all along. When I was twelve years old, the world was my magic lantern, and by its green spirit glow I saw the past, the present and into the future. You probably did too; you just don’t recall it. See, this is my opinion: we all start out knowing magic. We are born with whirlwinds, forest fires, and comets inside us. We are born able to sing to birds and read the clouds and see our destiny in grains of sand. But then we get the magic educated right out of our souls. We get it churched out, spanked out, washed out, and combed out. We get put on the straight and narrow and told to be responsible. Told to act our age. Told to grow up, for God’s sake. And you know why we were told that? Because the people doing the telling were afraid of our wildness and youth, and because the magic we knew made them ashamed and sad of what they’d allowed to wither in themselves.
After you go so far away from it, though, you can’t really get it back. You can have seconds of it. Just seconds of knowing and remembering. When people get weepy at movies, it’s because in that dark theater the golden pool of magic is touched, just briefly. Then they come out into the hard sun of logic and reason again and it dries up, and they’re left feeling a little heartsad and not knowing why. When a song stirs a memory, when motes of dust turning in a shaft of light takes your attention from the world, when you listen to a train passing on a track at night in the distance and wonder where it might be going, you step beyond who you are and where you are. For the briefest of instants, you have stepped into the magic realm.
That’s what I believe.
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