martes, 27 de diciembre de 2011

Strawberry Fields

No tengo idea si lo que voy a hacer de mi vida va a cambiar, aunque sea en una mínima parte al mundo.  No tengo idea en donde voy a estar dentro de diez años. No tengo idea si estas palabras, algún día van a invitar a alguien a la reflexión.

Se que formo parte de algo que entiendo es infinito, inmenso y que cada gesto de hoy, de algún modo, puede cambiar algo mañana, aunque sea a mil kilómetros de distancia.

Creo que estamos todos profundamente conectados, unidos, somos similares y cercanos, aun estando lejos.

Somos todos parecidos en nuestros errores y en nuestra fragilidad, todos tenemos miedos, todos nos sentimos incomprendidos de algún modo, pero todos necesitamos algo.

Y ese algo lo tenemos que buscar nosotros, en el bien o en el mal, para reinventarnos, siempre.

Espero que mis palabras viajen por el mundo, espero que pasen por las manos de mucha gente, espero que mañana puedan traerme de vuelta a este momento y regalarme un poco de conocimiento.

Cada persona que encontremos en nuestra vida, aunque sea por un momento, nos va a dejar algo.

Quizás vamos a caminar juntos durante unos días, quizás por algunos meses o años, y, en el mejor de los casos, nos va a agarrar de la mano para toda la vida.

Pero no importa cuánto y dónde, importa el cómo.

Hay personas que te cambian la vida, personas de las cuales podes aprender algo, personas que te van a hacer sentir profundamente equivocado, personas que te van a valorar como ni siquiera vos mismo lo podrías hacer.

Aprende a quedarte con algo de cada persona que encuentres.

Si, quedáte con algo de cada persona que te cruces. Quedáte con algo del viejito que esta al lado tuyo en la fila del correo, que no espera otra cosa mandarle un paquete al hijo que está lejos. Quedáte con algo de la madre que está esperando a su hijo en la puerta del colegio. Quedáte con algo de las personas que te critican y que te dicen que estás equivocado. De la gente que te aprecia por lo que sos, de quienes conoces todos tus límites, y sin embargo, están siempre al lado tuyo.

Tomate el tiempo para pensar, para apreciar a tus viejos, para valorar un favor que te hicieron sin pedir nada a cambio, un regalo inesperado, una comprensión que no creías que podía llegar.

Agradecé más seguido a la gente, al que te tiene la puerta en un negocio, quien te deja pasar primero en la calle, quien te da esos centavos que te faltan para pagar el estacionamiento.

Apreciá todo lo que tenés y mejorálo. Pero sobretodo, mejoráte a vos mismo, en cada modo que sea posible.

Y, finalmente, aprende de tus errores, que son una advertencia para no volver a cometerlos de nuevo en un futuro. 

lunes, 26 de diciembre de 2011

BABY TALK

Gero ya tiene 7 años y le pregunta a mi hermano: "Pa, para que sirven los huevitos que tenemos los varones?".

Mi hermano responde: "Cuando seas grande, en tus huevitos va a haber semillitas, que después van a entrar en la panza de tu esposa, y así van a poder tener bebés."

Gero se queda pensando y le dice: "Entonces vos le hiciste pis en la boca a mamá y así nos tuviste a nosotros tres?"

jueves, 8 de diciembre de 2011

QUE NO SALGO A BUSCARTE, PORQUE CORRO EL RIESGO DE ENCONTRARTE

Hacía tres meses lo venía pensando. Nada en particular pero todo en general me hacía acordar a él. Él estaba ahí, trabado en mi pensamiento.

Desde esa tarde nunca supimos muy bien como enfrentarnos. El fantasma de esa última charla nos perseguía y no nos dejaba en paz. Desde abril no logramos mirarnos a los ojos. Podíamos estar bailando uno al lado del otro, pero de alguna manera lográbamos suprimirnos mentalmente de la escena.

Hace unos meses, estábamos todos en la misma reunión, cuando mis amigas se habían escapado a la cocina, para hablar de mi regalo de cumpleaños. Me cuentan que en pleno debate aparece él e interviene: “el otro día encontré en Internet unas toallas de nadadores que te secan en dos segundos, porqué no le regalan eso?”

Mis amigas lo miraron, tratando de entender qué era lo que quería decir: “es muy malo ese regalo, no entiendo porqué se te ocurrió eso.”

“Chicas, ella es fóbica a las toallas, solo las usa cuando está completamente empapada. Es un regalo muy original, que le simplificaría la vida y seguro ni sabe que existen”.

Una de mis amigas lo mira y en el medio de toda esa confusión le dice: “porqué no se lo regalás vos?”.

“Puede ser”, responde. “Pero se lo dejaría en portería para que no se entere nunca que fui yo”.

Me lo debo haber cruzado en diez reuniones/fiestas en los últimos siete meses y no dijimos ni una palabra. Pero la mente es traicionera y olvida fácil.

En el último tiempo el pacto de silencio me estaba matando hasta que, una noche que estaba con algunas copas de más y, mientras bailaba con mis amigas en un boliche, lo veo caminar solo, como buscando a alguien sin poder encontrarlo. En seguida le digo a una de mis amigas: “Me quiero parar al lado de él a ver si me habla.” Mi amiga se da vuelta, me mira fijo casi juzgándome con la mirada y me reta: “Qué maduro de tu parte. A vos te parece hacer eso?, es jugar con fuegos, mejor sigamos bailando!”.

En el fondo yo sabía que tenía razón, que acercándome como una nena de doce años no ganaba nada. Que era mejor seguir bailando y mantener la distancia que veníamos teniendo.

Pero al otro día me lo volví a encontrar en un cumpleaños. Mis amigas y yo entramos al lugar y mis ojos se dirigieron directamente a él. Fue como un movimiento-reflejo completamente involuntario, inevitable, casi como un estornudo.

Me acerqué, y con una sonrisa que me salió bien desde adentro le dije: “En una semana te recibís!”.

Me miró sin saber muy bien qué hacer y me respondió: “Si todo sale bien, sí, me recibo. Y lo más gracioso es creo que rindo la última el mismo día que te recibiste vos, espero que esa fecha me de suerte. Querés ir a la barra a tomar algo?”

Tuvimos una charla tan cuerda que no parecíamos nosotros. Si nos veía de afuera no lo creía. Charlamos de su último año, de su nueva casa, de sus proyectos, de sus ganas de viajar, de mis clases y mi trabajo, de nuestros miedos y me contó que su papá, que siempre lo vivía desacreditando, lo dejó diseñar una parte de su casa de vacaciones.

En el medio de la conversación se frenó, y mordiéndose el costado de su labio de abajo me dijo: “No puedo creer lo mal que manejé las cosas. Perdoname, en serio. Muchas noches no puedo dormir, me quedo dando vueltas en la cama y me siento re culpable por como te traté y por las cosas que te dije. No estuve bien, y lo se. No sabés lo mal que me siento, fui un boludo.”

Yo sabía que esas disculpas eran completamente genuinas. Le dije que lo entendía, y que creía que cada uno hace lo que puede. Que me había lastimado, pero que no le guardaba ningún tipo de rencor. Al fin y al cabo nadie es perfecto, y a nosotros nos pasó la vida con una seguidilla de bad timings.

Me volvió a mirar como me mira siempre, con cara de niño tímido enamorado que no sabe qué hacer o decir. Me volvió a mirar como me mira siempre, menos esa tarde de abril que me dejó llorando y se fue.

Me abrazó fuerte, ahí en frente de todos nuestros amigos que miraban confundidos. Me abrazó y en ese momento no nos importó nada. Yo en seguida tomé distancia física, porqué a pesar de mirarme como me mira, él sigue de novio y yo en el fondo se, que con él, nunca vamos a volver a tener un “nosotros”.

Los días siguientes no fueron fáciles. Todo lo que aprendí en mi vida sobre relaciones, lo tuve que desaprender en un abrir y cerrar de ojos. No alcanza con el cariño que puedan tenerse dos personas. Ni siquiera alcanza con tener piel. No importa que sean opuestamente complementarias, ni que se conozcan desde el pelo hasta la punta de los pies. Su cara de enamorado no significa nada. Son intrascendentes mis ganas de darle un beso, aunque sepa que si lo busco, corro el riesgo de encontrarlo. Porque en el fondo no nos queremos encontrar.

Me llevó tres semanas volver a recordar porqué lo dejé en un primer momento y me llevó una semana más entender porqué, después de mucho tiempo, él no quiso volver.


Él no es para mi, eso ya lo se. Yo no soy para él, y lo sabe. Aaaaaaay pero que ganas de volver a ese fin de semana de octubre en Mar del Plata, cuando se animó a darme un beso y todo esto empezó.  

martes, 6 de diciembre de 2011


"El amor es algo muy interior, algo que no se puede explicar. Los románticos decían que era un puro movimiento de las emociones, y tampoco se puede explicar como una sublimación del instinto sexual. En el amor hay algo más, es algo extraño, algo que implica a todo lo que es la condición humana: el instinto, el sexo, la pasión, también el espíritu, y ciertos fantasmas del inconsciente que de pronto se vuelcan en un tipo de relación que saca lo mejor, y lo peor de las personas."