lunes, 12 de septiembre de 2011

GHOST TOWN

Primer acto. Un viernes cualquiera, estaba disfrutando mi café de media mañana, cuando suena el timbre de la oficina. Lo veo entrar a él. Impecable grandote de 1,95, morocho, ojos verdes y achinados y una sonrisa completamente encantadora. Se acerca sin dudarlo a mi escritorio, me mira fijo, sonríe y dice: “que linda que estás.” Dejo mi café de lado y lo abrazo como puedo.

Era mi ex, que ahora viene seguido a la Escribanía por asuntos de laburo. Mi mamá reconoce de lejos su voz, sale de su oficina y lo abraza con todo el cariño del mundo. “Se que estás pasando por un momento malo en tu vida pero sabés que podés contar con nosotros cuando lo necesites. Va a estar todo bien. Se va a solucionar todo, confiá en mí.” Así empezó la charla que los tuvo atrapados por una hora.

Hace 5 años que cortamos. Cualquier otra persona probablemente le daría la espalda. Pero así soy yo. No puedo verlo mal y quedarme sentada. Salgo al rescate como puedo y lo ayudo. Porque al fin y al cabo soy una de las pocas personas que lo conocen y que sabe cómo llegar a él en estas situaciones. Así que estoy. Estoy para él como amiga, como persona que lo adora y está eternamente agradecida por los cinco años que pasamos juntos y porque soy consciente de que en este momento, no tiene a nadie más.

Me abraza nuevamente, agradece por todo y se va. Respiro hondo y sigo trabajando.

Segundo acto. 10 de la noche del mismo viernes. No tengo ganas de entrar a este cumpleaños. Simplemente no quiero. Miro el reloj y me digo a mi misma: “12:10 te levantás y te vas de acá”. Entro al cumpleaños de una compañera de la facultad, cena íntima, 12 personas. Ahí sentado estaba él con su novia divina abrazándolo. “OMG hasta él encontró alguien que lo quiera? Apff… pobre mina…” pensé. Pasan los años y todavía me odia por no haberme enamorado de él.

Dos horas esquivando miradas asesinas y sintiendo puñaladas en la nuca fueron suficientes. 12 y 10 cumplí mi promesa y me escapé. Según él, es lo que mejor se hacer.

Este día no puede empeorar, pensé.

Tercer acto. Llegamos con mis amigas a la fiesta. Nos dirigimos directamente a la barra. Ya con unos tragos en la mano y una noche llena de expectativas en la otra, logro distraerme un rato entre risas. Pero el barba, que me mira desde arriba y se ríe, decidió probarme que estaba equivocada, que la noche no sólo podía, sino que iba a empeorar. Esta vez era Ted, parado ahí, como si no me hubiera dejado llorando en una esquina después de decirme que conmigo se casaría y dos días después que no sentía nada por mí. Sonreía impunemente con su cara de “yonofui”, por la que lo dejé de respetar después de la última charla que tuvimos, como si no fuera el mismo hombre que no me podía sacar las manos de encima. Ya son diez las veces que nos encontramos desde esa tarde, pero nuestras miradas nunca más se volvieron a cruzar. Nos saludamos a lo lejos y por respeto a los amigos que tenemos en común.

Todavía afectada por el hecho de que mis amigas estuvieran hablando con Ted, y temiendo que llegara su novia, levanto la mirada y no puedo evitar empezarme a reír. “Come on! Really? Él también? El barba no me debe querer nada.” Pensé.

Había llegado a la fiesta el fantasma que me faltaba. Decí que él es un fantasma amigable a quien quiero mucho y recuerdo con cariño, pero really? Es joda? Me los manda a TODOS, en combo y en un día. La ley de Murphy decidió materializarse en mi noche de viernes. No será demasiado? Alguno más que quiera pasar a saludar?

Claramente mis amigas se estaban riendo a costas mías y disfrutando un poco de esta situación, casi de “mequierocortarlasvenas” que yo estaba experimentando.

“Me debería haber quedado durmiendo en casa, yo lo sabía”, pensé. Y era verdad. No se cómo ni por qué pero Ted terminó bailando toda la noche con nosotras, sin cruzar ni una mirada conmigo, claro, y como si la agonía no hubiera sido suficiente, terminamos desayunando todos juntos. Sentí que mi cabeza estaba a punto de explotar. OMG, really? Mis amigas me están jodiendo? Esa noche no terminaba más.

7 am, 6 personas, un auto. Abro la puerta de atrás y me subo, un amigo y una amiga se suben de mi lado, y veo que Ted entra por el otro, se sube, y en cuanto cierra la puerta se da cuenta que habíamos quedado al lado. Como si una noche ignorándonos no fuera suficientemente incómoda dice en voz alta: “ay, no pensamos muy bien cómo sentarnos no?... por cómo nos tenemos que bajar, digo…”.

Cómo se llama la obra? Ok Murphy, you win.

Me fui a dormir con un gusto amargo. Una de las peores noches de la historia.

Sin embargo, a la mañana siguiente vi todo más claro. Me estaba olvidando de lo más importante: vi a todos mis ex en un día, de golpe y sin pensarlo… y no sentí nada. Un sábado cualquiera, y mientras disfrutaba mi café de media mañana me cayó la ficha. No se cómo, ni cuándo, ni por qué, pero en el camino, me terminé de olvidar de todos mis ex. Me debería considerar afortunada, finalmente los superé.

1 comentario: