Nosotros seguimos siendo los mismos. Pasa el tiempo, las carreras cambian, los proyectos se renuevan, las parejas van y vienen. Pero nosotros seguimos siendo los mismos.
Nos juntamos, y entre comida y risas volvemos a repetir una y otra vez determinados temas.
Tema 1: la mina que en el secundario se sacaba fotos y después se las daba a los chicos para mostrarles las tetas. Se había hecho una especie de negocio clandestino, en el que ella se dejaba tocar por una cuadra si los chicos… Esa parte de la historia, nunca pero nunca la logramos adivinar. Otra incógnita que nos inquieta es quiénes de mis compañeros concretaron el acto/perdieron su virginidad con esta muchacha. Ese es, sin duda, el mejor secreto guardado en todo el colegio.
Tema 2: relacionado con el tema anterior, no nos podemos olvidar la tarde que, dos amigas y yo perseguimos a uno de los chicos, mientras “negociaba” con la susodicha. Cuando llegaron a la esquina, él la acorrala contra una pared y le encaja un beso. En ese momento, nosotras, como pendejas boludas, nos empezamos a reír, y claramente nos vieron. A penas nos dimos cuenta, salimos corriendo para el colegio, y minutos después, lo encontramos a nuestro amigo llorando (SI LLORANDO!... POBRE MINA!), diciéndole a la mamá que nosotras decíamos que él le había dado un beso a esa chica.
Tema 3: la p…..a del Chino. Siempre nos acordamos del momento glorioso en el que recibimos en nuestras casillas de mail, una foto de uno de nuestros compañeros, en una pose completamente obscena, mostrando sus partes íntimas en un momento de calentura. El tema fue que se peleó con una de sus noviecitas, y ella, despechada, se metió en su mail y le mandó a toda su lista de contactos esa foto. En la cadena había desde profesores, amigos hasta familiares.
Tema 4: no me pregunten porqué, pero siempre llegamos a la conclusión de que las botas blancas son de gato. Tema irrelevante si los hay, pero no hay charla que alguien deje de comentar ese detalle.
Tema 5: nos encanta organizar viajes, escapadas a la costa, proyectos y negocios que jamás vamos a concretar.
Pero que lindo que es verlos cada vez que puedo. Querernos tanto después de mil años compartidos. Seguir hablando de las mismas cosas que nos hacer reír a carcajadas como si fuera la primera vez que las escuchamos. Los quiero una y mil veces, en cada pelea, enfermedad y en cada recuerdo. Porque desde los tres años compartimos gustos, viajes e historias. Nos entendemos sin forzar una palabra y nunca perdemos esa comodidad particular que solo los años te pueden dar.