Llego a la facultad con una cara de orto terrible. Mi mejor amigo me mira y me pregunta qué tengo ganas de hacer. Le respondo casi puchereando que tengo ganas de tomar coca light y comer chipá. Cuando estoy triste, hormonal o enojada tengo antojos super extraños y específicos. En seguida se da cuenta de lo que me pasa, pero no dice nada para no hacerme enojar.
Me acompaña al bar de abajo de la facultad. Hay coca light pero no hay chipá. Me mira, y entiende todo. Me dice sin pensarlo: vamos para arriba mujer!
Vamos al otro bar y no hay ni chipá y coca light. El puchero se había convertido en mal humor, y el mal humor se estaba por convertir en pelea. Pero a él no le importa. Me conoce, me quiere y me mima.
Me dice con cara de asustado: "si tenés ganas volvemos al bar de abajo para que te compres la coca." Yo ya me sentí una loca, y lo abracé. Le dije: “gracias, pero no! Ya fue, me compro otra cosa.”
Con él tengo una auténtica relación de amor-odio. Puedo adorarlo tanto como pelearlo. Con el tiempo aprendió a lidiar con mi carácter complicado, y sabe cuando darme aire y alejarme, para que yo solita me vuelva a acercar.
Lo quiero tanto porque se banca mis llantos, porque sabe cuando necesito un abrazo, cuando necesito un grito o cuando solo necesito que me consientan alguno de mis caprichos. Hoy me doy cuenta que sólo él me mima en mis peores días.
amistad es un concepto q necesita de desarrollo, no importa cuanto tiempo dure el conocerce, lo q importa es sentirse acompañado en la busqueda, yo tbm te quiero... gracias por el post.
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