Todo comenzó en la casa de asesina cereal una noche de verano, mientras nos moríamos de calor en su jardín.
Después de prepararle una rica pasta acompañada con nuestro vino blanco preferido, estaba llegando la hora de los tragos, pero ya estábamos algo alegres.
Teníamos que ahogar las penas por nuestros corazones rotos que nos venían pesando hacía un tiempo, y nada mejor que una noche de amigas y alcohol.
Tomamos, tomamos, tomamos y de repente aparecimos en un bar de cañitas. La cosa venía muy top, y nosotras, con nuestro estado semi deplorable, solo queríamos un tequila.
En busca de nuestro objetivo, caímos en un bar re chiquito y nos sentamos en la barra. Le debemos haber limado la cabeza de tal manera al barman que, después de pagarle nuestro primer tequilazo, nos regaló otro más a cada una como una sutil invitación a desaparecer del lugar.
Pero la verdad es que no estábamos de levante, no queríamos ir a bailar, sino que queríamos tomar entre nosotras y enterrar entre palabras a nuestros amores fallidos recientemente. Caímos en otro bar en donde no parecía haber nadie.
Los mozos nos leen la mente y nos dicen: chicas, no se preocupen! Entren, que hay gente arriba.
Nosotras, sin muchos reflejos, subimos para pedirnos otro trago. Y nos sentamos cerca del único grupo de hombres del lugar, que ni se dignaron a mirarnos.
Mientras charlábamos a los gritos, como de costumbre, se acercaron a la mesa para charlar con nosotras, el mozo del lugar y una moza. Se sentaron y en seguida empezamos a hablar. El flaco no paraba de tirar centros, pero nosotras, no podíamos para de mirar a la moza. Cuando se levantaron de la mesa nosotras nos miramos, y nos entendimos con una sola mirada. Asesina cereal y yo estábamos enamoradas de la moza.
Silvia era una rubia de pelo largo, eshpañola, con algunos tatuajes y un arito en la nariz. No tenía facciones perfectas, es más, era bajita y tenía una nariz llamativa, pero también tenía una actitud roquerita que nos enamoró. Viajó por todas partes y se vino a vivir a Buenos Aires por amor. Un amor que duró un par de meses.
Ese día llegamos a la conclusión de que, si tuviéramos que probar alguna vez como sería estar con otra mujer, sin duda lo haríamos con ella. Tengo que aceptar que varias veces pensamos en Silvia, y con asesina cereal la recordamos frecuentemente con cariño.
Esa noche no buscábamos hombres, pero terminamos encontrando a una mujer.
Después de prepararle una rica pasta acompañada con nuestro vino blanco preferido, estaba llegando la hora de los tragos, pero ya estábamos algo alegres.
Teníamos que ahogar las penas por nuestros corazones rotos que nos venían pesando hacía un tiempo, y nada mejor que una noche de amigas y alcohol.
Tomamos, tomamos, tomamos y de repente aparecimos en un bar de cañitas. La cosa venía muy top, y nosotras, con nuestro estado semi deplorable, solo queríamos un tequila.
En busca de nuestro objetivo, caímos en un bar re chiquito y nos sentamos en la barra. Le debemos haber limado la cabeza de tal manera al barman que, después de pagarle nuestro primer tequilazo, nos regaló otro más a cada una como una sutil invitación a desaparecer del lugar.
Pero la verdad es que no estábamos de levante, no queríamos ir a bailar, sino que queríamos tomar entre nosotras y enterrar entre palabras a nuestros amores fallidos recientemente. Caímos en otro bar en donde no parecía haber nadie.
Los mozos nos leen la mente y nos dicen: chicas, no se preocupen! Entren, que hay gente arriba.
Nosotras, sin muchos reflejos, subimos para pedirnos otro trago. Y nos sentamos cerca del único grupo de hombres del lugar, que ni se dignaron a mirarnos.
Mientras charlábamos a los gritos, como de costumbre, se acercaron a la mesa para charlar con nosotras, el mozo del lugar y una moza. Se sentaron y en seguida empezamos a hablar. El flaco no paraba de tirar centros, pero nosotras, no podíamos para de mirar a la moza. Cuando se levantaron de la mesa nosotras nos miramos, y nos entendimos con una sola mirada. Asesina cereal y yo estábamos enamoradas de la moza.
Silvia era una rubia de pelo largo, eshpañola, con algunos tatuajes y un arito en la nariz. No tenía facciones perfectas, es más, era bajita y tenía una nariz llamativa, pero también tenía una actitud roquerita que nos enamoró. Viajó por todas partes y se vino a vivir a Buenos Aires por amor. Un amor que duró un par de meses.
Ese día llegamos a la conclusión de que, si tuviéramos que probar alguna vez como sería estar con otra mujer, sin duda lo haríamos con ella. Tengo que aceptar que varias veces pensamos en Silvia, y con asesina cereal la recordamos frecuentemente con cariño.
Esa noche no buscábamos hombres, pero terminamos encontrando a una mujer.
NAAAAA
ResponderEliminarNO CUENTES ESTAS COSAS!
ME MATAAAAS!
definitivamente todas las mujeres tienen una lesbi inside!
que lindo saberlo!