sábado, 30 de abril de 2011
viernes, 29 de abril de 2011
miércoles, 27 de abril de 2011
EL BENEFICIO DE LA DUDA
Es curiosa la vida del “tiempo”. Y con “tiempo” me refiero a ese odioso período de una relación, cuando está todo tan confuso que es necesario parar para sentir.
No estamos terminando, sino que ponemos en duda eso que en algún momento fue una verdad absoluta y empezamos a cuestionar todo. El beneficio de la duda suena a privilegio, cuando en realidad nos descoloca, nos confunde y empezamos a entrar en pánico. Pareciera que de bueno no tiene nada...
Al principio uno lo odia con todo su ser y se enoja como nene caprichoso cuando lo ponen a pensar en un rincón. Porque es así, negamos el hecho de que podemos cambiar nuestra forma de pensar, porque alegamos estar completamente seguros de lo que decimos sentir.
"Qué ganamos con un tiempo? Si yo se perfectamente lo que me pasa! Y si vos lo necesitás es porque no me querés", pensamos.
Ese es el primer estadío. El enojo.
El miedo no tarda en aparecer. Toca la puerta en cuanto te distraés por dos segundos, te noquea como puede y te deja en un lugar completamente vulnerable.
"Y si no me quiere más?”
“Y si en este tiempos se da cuenta de que no me necesita y que todo lo que dijimos y vivimos es mentira?”
“Y si se da cuenta que puede tener algo mejor y que no soy good enough?”
“Y si entiende que estoy tan enganchada que pierde el interés?".
Empezamos a sobre analizar exhaustivamente cada detalle y a imaginarnos las posibles reacciones que puede llegar a tener, pero terminamos logrando una sola cosa... maquinar, hacernos la cabeza. Porque todas las conclusiones absurdas que podemos imaginar solos, no van a ser siquiera parecida a lo que verdaderamente le pasa a la otra persona. Son solo suposiciones y especulaciones nuestras.
Después de dar vueltas en círculos, no podemos evitar ahogarnos, por un momento, en nuestro propio mar de angustia. Creamos un panorama tan poco alentador que llegamos realmente sentir que está todo perdido, que no existe ninguna posibilidad de que las cosas resulten como esperábamos o creíamos en un primer momento.
Nos olvidamos que en una relación se siente de a dos y que es físicamente imposible olvidarse o dejar de querer a una persona en una semana. Los sentimientos no se van, solamente nos dejamos estar para poder identificar qué es lo que de verdad nos pasa. Nos alejamos para recuperar perspectiva.
Estamos tan tapados de pensamientos negativos que no nos damos la posibilidad de sincerarnos, de pensar en nosotros, en lo que sentimos.
Y ahí es cuando aparece la desesperación. No sacamos la vista del celular y rogamos por horas que suene.
“Que me llame por favor!”
“No aguanto un segundo más sin él!”
“Lo quiero, y dejo todo por él!”
“Si llega a volver cambio todo lo que me pida, y juro que me banco todo lo que me molesta!”
“Nunca más le hago un planteo!”
Mandamos mensajes o llamados casi rogando que vuelva con nosotros, y nos ponemos en el peor lugar de todos, la denigración absoluta del propio ser. Nos dejamos de querer sin darnos cuenta. Parecemos necesitados y desesperados, algo muy poco atractivo para la otra persona, claro.
De esa tristeza pasamos al desgano, la desilusión y entramos a la etapa del derrotismo. Bajamos los brazos, nos damos por vencidos. Hasta que se agotan las lágrimas no paramos de lloriquear por ahí, pedimos opiniones al respecto y le contamos hasta al taxista lo que nos está pasando. Pedimos energía positiva a gritos, pero no la aceptamos.
Unos días después, las ideas empiezan a tomar otro color. Empezamos a darnos cuenta de que lo peor que puede pasar es que nos dejen, y la verdad es que no sería la primera vez. Nunca morimos de amor. Si las cosas salen mal podemos llegar a estar tristes, pero lo vamos a superar, como superamos tantas otras situaciones. Nos recordamos a nosotros mismos que, aunque amemos a esa persona, vamos a salir adelante.
Damos todo por perdido, pero al mismo tiempo empezamos a entender que nada es tan terrible y que, pase lo que pase, vamos a estar bien. De a poco entramos en la etapa de aceptación, en la que nos empezamos a amigar con nosotros mismos y a ganar un poco de perspectiva.
Recién ahí, cuando logramos desmitificar el problema, podemos darnos el lugar para pensar en nosotros. Repentinamente las ideas se aclaran, empiezan a tener sentido y los sentimientos empiezan a coincidir con nuestras ganas.
Nos tranquilizamos. Recuperamos el control. Finalmente pensamos.
Y ahí es cuando suena el telefono...Es él. Quiere juntarse para hablar.
martes, 26 de abril de 2011
PORQUE NUNCA TE DISTE POR VENCIDA
La vida me demuestra que la gente que de verdad te quiere te busca hasta encontrarte.
Que encuentra el camino para llegar a vos.
Que no se da por vencida ante el primer no.
Que mientras vos construís paredes, ellos tienen fuerza suficiente para romperlas tantas veces como sea necesario.
Son pocos los que te siguen aunque vos te vayas,
que insisten hasta que te abras
y que te quieren aunque a veces no te lo merezcas.
Esas son las personas que vale la pena tener cerca.
sábado, 23 de abril de 2011
MAMBO NUMBER 5
En mi caso, mis papás se aman con locura. Caminan de la mano por la calle y se quedan mirando pelis los viernes a la noche abrazados.
Pero es igual. Da lo mismo. Las mentes complicadas, de alguna forma se la rebuscan para mantenerse de esa manera. Después de años y años de terapia, llegué a la conclusión de que tengo daddy issues. Gracias Valeria! Vamos por cinco años más.
HISTERIAS DE CAFE
Estaba tomando un café con una amiga y me cuenta lo siguiente:
Ella había empezado a salir con un chico, (y con empezado, me refiero a que tuvieron tres o cuatro citas). Era la víspera de su cumpleaños y, como las cosas iban bien, decide invitarlo a tomar algo a su casa. Entre risas y besos el masculino toma un poco de más y, de un momento a otro, empieza a llorar.
Si, entendieron bien, empieza a llorar. A llorar. Con lágrimas y todo. No porque había muerto un pariente, estaba deprimido o porque se había peleado con un amigo. Empezó a llorar de alegría. Porque estaba muy feliz por el momento que estaba viviendo con ella. Lagrimas de felicidad por estar tan feliz con una persona.
Ahora, ustedes pensaran: que insensible que sos! cómo te vas a reír de una persona tan tierna que se pone a llorar por eso?
Pero vamos! imagínense la situación. Qué harían ustedes en su lugar?
1) ver a una persona llorar es incómodo, siempre.
2) ver llorar a una persona con la que no tenés confianza, es más incómodo todavía.
3) ver llorar a un hombre indefectiblemente te descoloca.
4) ver llorar a un hombre de felicidad es irreal, te deja muda... pero de risa!
5) ver llorar a un hombre de felicidad por el momento que esta viviendo con vos es completamente inverosímil, es incómodo, te deja muda, te causa gracia pero al mismo tiempo no podés reirte ni escaparte, porque estás en tu casa!
Claramente el masculino es un poco demasiado sentimental, y no entiende muy bien como es el juego de las citas. Bueno, diciéndolo con otras palabras, no debe garchar hace más de una década.
Pero no puedo evitar preguntarme, cuánto debemos tolerar por un saliente? Nosotras, mujeres, no podemos ni hacer un planteo sin que ustedes salgan corriendo, pero ahora nos tenemos que bancar a los hombres llorando de alegría el día de nuestro cumpleaños?! Really? A eso llegamos?
Eso, en mi mundo, se llama discriminación.
Ella había empezado a salir con un chico, (y con empezado, me refiero a que tuvieron tres o cuatro citas). Era la víspera de su cumpleaños y, como las cosas iban bien, decide invitarlo a tomar algo a su casa. Entre risas y besos el masculino toma un poco de más y, de un momento a otro, empieza a llorar.
Si, entendieron bien, empieza a llorar. A llorar. Con lágrimas y todo. No porque había muerto un pariente, estaba deprimido o porque se había peleado con un amigo. Empezó a llorar de alegría. Porque estaba muy feliz por el momento que estaba viviendo con ella. Lagrimas de felicidad por estar tan feliz con una persona.
Ahora, ustedes pensaran: que insensible que sos! cómo te vas a reír de una persona tan tierna que se pone a llorar por eso?
Pero vamos! imagínense la situación. Qué harían ustedes en su lugar?
1) ver a una persona llorar es incómodo, siempre.
2) ver llorar a una persona con la que no tenés confianza, es más incómodo todavía.
3) ver llorar a un hombre indefectiblemente te descoloca.
4) ver llorar a un hombre de felicidad es irreal, te deja muda... pero de risa!
5) ver llorar a un hombre de felicidad por el momento que esta viviendo con vos es completamente inverosímil, es incómodo, te deja muda, te causa gracia pero al mismo tiempo no podés reirte ni escaparte, porque estás en tu casa!
Claramente el masculino es un poco demasiado sentimental, y no entiende muy bien como es el juego de las citas. Bueno, diciéndolo con otras palabras, no debe garchar hace más de una década.
Pero no puedo evitar preguntarme, cuánto debemos tolerar por un saliente? Nosotras, mujeres, no podemos ni hacer un planteo sin que ustedes salgan corriendo, pero ahora nos tenemos que bancar a los hombres llorando de alegría el día de nuestro cumpleaños?! Really? A eso llegamos?
Eso, en mi mundo, se llama discriminación.
viernes, 22 de abril de 2011
A LEAP OF FAITH
Me acuerdo que cuando tenía doce años acompañé a una de mis amigas a dejarle una carta al chico que le gustaba. Con errores de ortografía y una redacción completamente mediocre ella le declaraba su amor como podía. Fuimos caminando hasta la casa, y le tiramos la carta por la ventana. No me acuerdo muy bien lo que pasó después ni cual fue su reacción. Pero no puedo olvidarme de la cara de felicidad mezclada con miedo y un poco d vergüenza que tenía mi amiga.
Pasaron los años y me encontré escribiendo esta carta:
“Cuando empezamos a salir yo no estaba buscando nada. No quería estar de novia, no quería una relación. Desde el primer beso me pusiste en jaque todo lo que pensaba y de repente te quise a vos. Me gustabas tanto y me hacías sentir tan bien que me olvidé de eso que pensaba… me dejé llevar y me enamoré.
Estuvimos el tiempo que estuvimos porque me encantás, pero ese miedo que tenía bien adentro, miedo de empezar algo en serio o de abrirme y salir lastimada, me llevó a lastimarte. Actué de una manera torpe e inmadura, y me arrepiento por eso. Hoy no haría lo mismo.
Me llevó 9 meses darme cuenta de que lo que teníamos era en serio. Que con nadie iba a ser como con vos. Que el tiempo que pasamos juntos me marcó y que te quiero como no quiero a nadie más.
Me llevó 6 meses más darme cuenta que, además de quererte, tengo ganas de tener una relación con vos. Que no es algo pasajero, algo del momento. Tengo lo que no tenía ese momento, la seguridad de que, después de una pelea, me voy a querer quedar. Porque la realidad es que prefiero pelearme con vos que estar con cualquier otra persona.
Estoy segura que te van a molestar cosas mías, y seguramente a mi algunas cosas tuyas. Que vamos a discutir y que no vamos a estar de acuerdo todo el tiempo. Pero entiendo que entrar en una relación es un salto de fe y yo quiero dar ese salto. Nadie puede asegurar lo que va a pasar o como vamos a hacer para llevar adelante todo lo que nos pasa. Pero yo quiero jugármela por vos.
Lo único que yo te puedo asegurar, es que te quiero. Que me encantaría estar con vos. Que te pienso mucho. Que no me veo abrazada a otra persona. Que te quiero contar lo que me pasa y que me ayudes a superar los problemas. Que quiero quedarme horas escuchándote hablar de tu carrera y ayudarte el lo que puedo. Que sólo quiero dormir con vos. Que quiero ir al cine y que te rías de cómo grito con las pelis de terror. Quiero ir a cenar y al teatro. Que viajemos juntos. Que tengamos planes y proyectos. Que vengas a mi casa y que estés con mi familia. Quiero quedarme hablando horas de todo y de nada. Quiero hacer el amor con vos todos los días y reírnos de estupideces. Quiero quererte hasta que seamos viejitos, o hasta que no quieras quererme más.
La verdad es que hoy estoy en otro lugar, lejos del que estaba en ese momento. Hoy no tengo miedo de que me lastimes, no tengo miedo de abrirme, no tengo miedo de jugármela. Las ganas de que estemos juntos son mucho más fuertes.
Hoy tengo lo que en su momento me faltaba. Decisión de quedarme con vos, aunque en algunos momentos cueste un poco más que en otros. Porque quiero que entiendas que no te dejé por falta de cariño, siempre me gustaste y siempre te quise. Pero hoy puedo darte más que eso, hoy puedo darte una relación.
Por eso, te pido una oportunidad. Elegime a mí, porque te quiero de esa manera en que escucharía toda la música que a vos te gusta, te dejaría el último pedacito de torta, te acompañaría a charlas super aburridas, me bancaría el brazo completamente dormido para no despertarte a la noche, te dejaría el asiento de la ventana en el avión y los colores de caramelo que más te gustan. Por vos aprendería recetas vegetarianas para mimarte un poco.
Pero si vos estás feliz, te prometo que te dejo en paz. Porque a pesar de querer todo eso, te quiero más a vos y me gustaría verte bien. Porque te merecés todo.
PS: Yo tengo todo esto, pero me faltas vos.”
Cuando estamos enamorados no somos capaces de medir, de sentir pudor o vergüenza. Tenemos una necesidad casi incontrolable de comunicarle a esa persona lo que sentimos, teniendo una minima esperanza de que a ellos les pase lo mismo y nos acepten en su vida.
Porque en este juego no hay garantías ni certezas, solo momentos. Momentos que muchas veces van a pasar desapercibidos o van a congelarse en recuerdos. Pero que, quizás, en alguna rara excepción, van a tocar los puntos más sensibles, van a dar ese empujoncito que faltaba o van a lograr definir esa situación un tanto confusa. Y solo por esa mínima posibilidad de que eso pase, valen completamente la pena.
Descubrí que el romanticismo no se cura con la edad, no se pasa de moda. Por más que nos hayan lastimado, dejado o engañado, cuando nos volvemos a enamorar, tenemos una especie de amnesia temporal y nos volvemos a jugar, sin miedos ni frenos, como si fuera la primera y la última vez.
jueves, 21 de abril de 2011
I LOVE YOU
Estoy sola en casa y escucho a mi vecino tocar el piano. No paro de dar vueltas en la cama. Sigo pensando en él.
Siento que abrió una puerta que yo quería que abra. No lo puedo evitar. Le mando un: “te quiero un montón”, sin siquiera pensarlo. Pero no responde.
Pasan los días y me encuentro un jueves a las 3 am pensando en él. Queriendo contarle mis problemas, necesitando sus consejos. Sin darme cuenta y casi involuntariamente le escribo: “todavía no podemos ser amigos? Necesito hablar con vos.” Pero no responde.
Me voy a dormir pensando que pude haber entendido mal las señales. Que, cuando nos vimos, quizás no sintió lo mismo que sentí yo.
Pero una semana después nos encontramos en un cumpleaños. Lo saludo casi con desprecio, tratando de suprimirlo mentalmente de la situación.
Cuando me estaba por ir empiezo a saludar y el dice: "esperá, me voy con vos".
Me quedo muda y no respondo. Salgo por la puerta y me sigue. Bajamos en silencio. La charla era inminente.
“Perdón por no responder. Yo quería, pero cada cosa que escribía me parecía pelotuda y tenía que borrar.” Me dice.
“Está bien, te entiendo.”
“No, no me entendés. Ni siquiera yo me entiendo. Cada vez que te veo me movés el piso y no se como acercarme, hasta que me encuentro una buena excusa y termino lográndolo. Te tengo al lado y no puedo pensar en otra cosa, quiero estar con vos. Pero me confundiste con ese mensaje de que querés ser mi amiga. Yo no puedo ser tu amigo. Cada vez que te veo me muero de ganas de darte un beso.”
Muy directamente le planteo: “Me podés explicar que te pasa conmigo?”
Me mira fijo y riéndose dice: “Sabés que respondo cuando me preguntan por vos? Que me encantás. Que yo con vos me caso. Por que es así. Yo se que con mi novia no es para toda la vida, pero con vos es distinto. Era el más feliz del mundo cuando estábamos juntos. Pero me dejaste, y me costó mucho volver a quererte. Y mi novia es buena, me quiere, y yo se que si nos peleamos ella va a seguir estando ahí. En cambio con vos, si me llego a pelear, estaría muerto de miedo de que te escapes otra vez.”
No podía creer lo que escuchaba. Lo más lindo que me dijeron en toda mi vida salía de la boca del mejor hombre que conocí. Cómo pude a lastimarlo así? En qué estaba pensando? Cómo no ví lo que tenía adelante a tiempo? Cómo fue que lo perdí? Porqué me escapé?
Pero castigarme no era la solución. Entonces lo miré, le pedí perdón desde lo más profundo, le dije que lo quería como pude y sin pensarlo, le di un beso. En cuanto me animé a hacerlo, me di cuenta que era lo que me faltaba, lo que venía extrañando. Me dio un beso y me sentí en casa.
En cuanto abrí esa puerta, no pudimos despegarnos por horas. Así funcionamos nosotros, tenemos como un imán, que no se pasa de moda, no se pierde ni se devalúa. Queda intacto con el paso del tiempo.
Sentí que me había perdonado, pero que tenía demasiado miedo como para jugarsela por mi. En cuanto nos damos cuenta de lo complicada que era la situación nos frenamos como pudimos. Él está de novio y esa es la realidad. No quedaba otra que alejarnos.
Me fui a dormir con una sensación extraña. Por primera vez estuve segura. Después de pensarlo por un año, probar, salir y dudar, me di cuenta de que lo quiero a él. Lo quiero. Cuando lo dije en voz alta, todo empezó a tener sentido.
Siento que abrió una puerta que yo quería que abra. No lo puedo evitar. Le mando un: “te quiero un montón”, sin siquiera pensarlo. Pero no responde.
Pasan los días y me encuentro un jueves a las 3 am pensando en él. Queriendo contarle mis problemas, necesitando sus consejos. Sin darme cuenta y casi involuntariamente le escribo: “todavía no podemos ser amigos? Necesito hablar con vos.” Pero no responde.
Me voy a dormir pensando que pude haber entendido mal las señales. Que, cuando nos vimos, quizás no sintió lo mismo que sentí yo.
Pero una semana después nos encontramos en un cumpleaños. Lo saludo casi con desprecio, tratando de suprimirlo mentalmente de la situación.
Cuando me estaba por ir empiezo a saludar y el dice: "esperá, me voy con vos".
Me quedo muda y no respondo. Salgo por la puerta y me sigue. Bajamos en silencio. La charla era inminente.
“Perdón por no responder. Yo quería, pero cada cosa que escribía me parecía pelotuda y tenía que borrar.” Me dice.
“Está bien, te entiendo.”
“No, no me entendés. Ni siquiera yo me entiendo. Cada vez que te veo me movés el piso y no se como acercarme, hasta que me encuentro una buena excusa y termino lográndolo. Te tengo al lado y no puedo pensar en otra cosa, quiero estar con vos. Pero me confundiste con ese mensaje de que querés ser mi amiga. Yo no puedo ser tu amigo. Cada vez que te veo me muero de ganas de darte un beso.”
Muy directamente le planteo: “Me podés explicar que te pasa conmigo?”
Me mira fijo y riéndose dice: “Sabés que respondo cuando me preguntan por vos? Que me encantás. Que yo con vos me caso. Por que es así. Yo se que con mi novia no es para toda la vida, pero con vos es distinto. Era el más feliz del mundo cuando estábamos juntos. Pero me dejaste, y me costó mucho volver a quererte. Y mi novia es buena, me quiere, y yo se que si nos peleamos ella va a seguir estando ahí. En cambio con vos, si me llego a pelear, estaría muerto de miedo de que te escapes otra vez.”
No podía creer lo que escuchaba. Lo más lindo que me dijeron en toda mi vida salía de la boca del mejor hombre que conocí. Cómo pude a lastimarlo así? En qué estaba pensando? Cómo no ví lo que tenía adelante a tiempo? Cómo fue que lo perdí? Porqué me escapé?
Pero castigarme no era la solución. Entonces lo miré, le pedí perdón desde lo más profundo, le dije que lo quería como pude y sin pensarlo, le di un beso. En cuanto me animé a hacerlo, me di cuenta que era lo que me faltaba, lo que venía extrañando. Me dio un beso y me sentí en casa.
En cuanto abrí esa puerta, no pudimos despegarnos por horas. Así funcionamos nosotros, tenemos como un imán, que no se pasa de moda, no se pierde ni se devalúa. Queda intacto con el paso del tiempo.
Sentí que me había perdonado, pero que tenía demasiado miedo como para jugarsela por mi. En cuanto nos damos cuenta de lo complicada que era la situación nos frenamos como pudimos. Él está de novio y esa es la realidad. No quedaba otra que alejarnos.
Me fui a dormir con una sensación extraña. Por primera vez estuve segura. Después de pensarlo por un año, probar, salir y dudar, me di cuenta de que lo quiero a él. Lo quiero. Cuando lo dije en voz alta, todo empezó a tener sentido.
ÉL LE ESCRIBE
- Hace mucho que no viene esa chica con la que salías, como se llamaba?
La vieja no era muy buena para los nombres, nunca sabía como se llamaba nadie. Ni amigos, ni parientes, ni siquiera ella, con su pelo largo hasta la cintura que caía balanceándose de lado a lado, ojos en forma de almendras color marrón y una sonrisa hermosa, contagiosa. No recuerdo donde la conocí, pero no importaba. En ese momento era exactamente lo que necesitaba. Esas mujeres que te hacen sentir únicos. Ella se preocupaba por que me sienta bien pero yo estaba ciego y no podía verlo. Era tan perfecto que parecía normal. Sin quejas, reclamos o siquiera advertencias, me hacia sentir que tenia algo que jamás merecí. Pero un día tendríamos que hablar, así lo llamó ella, quizás ya era demasiado tarde. No hay mas fuerzas, repetía semana a semana, mientras yo procuraba excusas para verla, hablarle, tocarla, abrazarla, besarla o hasta hacerle el amor. No hay mas fuerzas para besar. No hay fuerza para abrazar, hablar, tocar, mirar. En ese momento me di cuenta de todo lo que había perdido, era ella la que me hacia feliz. Si no podía hacerle el amor o besarla, aparecía la necesidad. Sin Abrazarla o tocarla, un dolor subía desde la panza hasta la garganta, recorriendo lentamente el pecho. Pero si no me dejaba hablarle o verla, no valía la pena seguir.
- Ana... Le sonreí a mi vieja.
martes, 19 de abril de 2011
TIME STOPS FOR NO ONE
Él le pidió una oportunidad para darle todo lo que ella había querido y pedido.
Ella le dijo que, por el momento, no quería volver a intentar.
Él insistió y le ofreció todo lo que le podía dar.
Ella dijo: no, gracias!
El tiempo pasó, él estuvo triste, buscó ayuda, salió a bailar para olvidarse de ella, pensó mil formas de recuperarla, pero eventualmente se calmó y todo volvió a la normalidad.
Un mes después, ella lo llama porque lo estaba extrañando, y había decidido que en realidad, ella también quería intentarlo otra vez.
Pero el tiempo había pasado, ya no era lo mismo.
Un día antes del llamado, él se reencontró con la que había sido su amor platónico durante el secundario. Una de esas mujeres que enamoran. Completamente hermosa, de ojos intensos y muy divertida, que justo había cortado una relación de muchos, años hacía tres meses.
Empezaron a hablar muy tranquilos, pero terminaron a los besos imprevistos tirando abajo cualquier idea, plan o proyecto que él pudiera haber tenido. Una semana antes moría por ponerse de novio, pero después de este encuentro, se le terminaron por sacudir las ideas.
Cómo prever este tipo de imprevistos? Cómo hacer para tomarse un tiempo sin miedo de que el otro, de un momento a otro, desaparezca?
Supongo que la vida es así de guacha... Por eso, cuando estás seguro de algo, no lo sueltes, no des vueltas, no te juegues a perderlo.
viernes, 15 de abril de 2011
domingo, 10 de abril de 2011
TRUE STORY
Una de mis amigas estaba incursionando en el sexo por computadora. Ella estaba cachondeando con su novio y lo quiso sorprender con una foto erótica en su mail.
Se saca la foto con el celular, pero no logra mandársela. Intenta con la cámara familiar, posa, se saca la foto y la sube a la computadora para poder enviarla. Prueba bajarla con un programa, no puede. Prueba con otro y tampoco lo logra.
Hasta que aparece una opción para bajarla en Windows Live. Ella, al borde de la risa le cuenta lo que estaba haciendo a su novio:
- amor, estaba tratando de mandarte una foto sorpresa, pero no la podía subir a la compu de ninguna forma, hasta que salió un cartelito de Windows Live y la pude subir. Ahí te la mando.
- amor, vos sabés que Windows Live es MSN, no?
- noooo, no dice MSN el cartelito! No me asustes así.
- si, I know, pero es MSN. Lamento comunicarte que subiste la foto a tu perfil.
- whaaaaaaaaaaaaaaaaaaat?!??!?!?!
Tecnología 1 - Amiga 0
Se saca la foto con el celular, pero no logra mandársela. Intenta con la cámara familiar, posa, se saca la foto y la sube a la computadora para poder enviarla. Prueba bajarla con un programa, no puede. Prueba con otro y tampoco lo logra.
Hasta que aparece una opción para bajarla en Windows Live. Ella, al borde de la risa le cuenta lo que estaba haciendo a su novio:
- amor, estaba tratando de mandarte una foto sorpresa, pero no la podía subir a la compu de ninguna forma, hasta que salió un cartelito de Windows Live y la pude subir. Ahí te la mando.
- amor, vos sabés que Windows Live es MSN, no?
- noooo, no dice MSN el cartelito! No me asustes así.
- si, I know, pero es MSN. Lamento comunicarte que subiste la foto a tu perfil.
- whaaaaaaaaaaaaaaaaaaat?!??!?!?!
Tecnología 1 - Amiga 0
DE SAPOS Y ESCORPIONES
Mi papá siempre me cuenta la fabula del sapo y del escorpión, que dice así:
Había una vez un enorme e imponente río, y frente a éste se encontraba un escorpión queriendo llegar a la otra orilla, pero como todos saben los escorpiones no saben nadar. Después de lamentarse un rato por su condición de escorpión, vio a un sapo que se pasaba horas nadando libremente, feliz de la vida, yendo de un lado al otro.
El escorpión muy amablemente le pregunta:
-Señor sapo, podría usted ser tan amable de llevarme en su espalada hasta la otra orilla del río?
El sapo mira el aguijón del escorpión y sin pensarlo dos veces le dice:
-No, usted es un escorpión y si le permito subir a mi espalda, lo mas seguro es que me pique y me termine matando.
El escorpión se pone triste y se lamenta por no saber nadar. Llora incansablemente y le pide que por favor confiara en él:
- Señor sapo no ve usted que necesito pasar al otro lado y la única forma de logarlo es si usted me lleva en su espalda y me deja en la otra orilla? Tampoco ve que si voy en su espalda y lo pico moriré junto con usted?
El sapo mira al escorpión y decide ayudarlo. Al fin y al cabo era verdad lo que le estaba diciendo, si lo pica, ambos morirán.
Así que lo invita a subir a su espalda lo ayuda a cruzar el río.
Cuando van por el medio del río siente un pinchazo en la espalda, el dolor paraliza su cuerpo y la muerte lentamente comienza arropar su vida, dejándolo triste y débil.
Mira hacia arriba llorando y moribundo le pregunta:
-Señor escorpión, porque me picó si sabía que ambos moriríamos?
El escorpión, más triste que el sapo, mira como puede a su victima y con un doloroso llanto desgarrado le contesta:
-Señor sapo, perdóneme, pero no pude evitarlo, es que esta muy adentro, en lo profundo, metido en mi ser. No pude evitar picarlo, perdone pero es mi naturaleza.
Hoy, dando vueltas en la cama me acordé de esta fabula.
Ahí fue cuando me dejé de castigar por lo que pude haber hecho mejor, por cómo debí haber actuado o qué le podría haber dicho. Dejé de arrepentirme por la manera en que actué y me perdoné.
Él es mi “almost there”, lo mas cercano a lo que quiero. Pero, a pesar de que mis pensamientos a veces me engañen, no es lo que quiero.
Cuando estábamos juntos faltaba un paso para lograrlo, para llegar a ese punto en donde no se vuelve.
Teníamos todo lo que hace falta. No podíamos estar un segundos lejos del otro, nos adorábamos, habíamos logrado intimidad desde el primer beso, no podíamos sacarnos las manos de encima, el sexo era de esos que no se repiten y la risa, cuando estábamos juntos, era moneda corriente en nuestras caras. No nos faltaba casi nada para dar ese paso.
Pero la esencia es una, y no cambia.
Hoy, un año después, puedo verlo claramente. El no se la juega por nada, nunca.
En su momento, cuando estábamos juntos, había algo que lo frenaba. Yo me enojaba y no lo entendía. Creía que era falta de cariño o inmadurez y terminábamos discutiendo. Tiempo después me confesó que era miedo lo que sentía. Se veía enamorado, necesitándome y eso lo frenaba. Eso se mezcló con mis fobias y nos terminamos separando.
Ahora, él esta con alguien más. Pero no me termina de dejar. Una vez no se la jugó por mí, y ahora no se la juega por ella. Se conforma y se controla. Cada vez que me ve se pone nervioso, se vuelve torpe, toma un poco de más y se termina acercando. Todos se dan cuenta de lo que pasa, pero nadie dice nada.
Lo pienso y me acuerdo de lo que me dijo mi papá. La esencia no cambia, es más fuerte que la misma voluntad.
Y yo… yo si me la juego. Me equivoco, me tropiezo, me caigo, pero me vuelvo a levantar. No me conformo, y en el futuro cerca no está en mis planes hacerlo. Es por eso que me resulta tan difícil entenderlo.
Siempre quiso irse a vivir afuera, pero tiene demasiado miedo para hacerlo. En su momento, si él se la hubiese jugado quizá yo hubiese actuado de otra manera, quizá hubiese funcionado. Hoy, si yo estuviese en su lugar, no me podría quedar como se queda él, congelado en el abrazo y con una relación que no lo satisface. Yo dejaría todo y probaría. O me dejaría a mí, y me jugaría por mi novia. Me parece frío no hacerlo, quedarme en el medio, en el lugar seguro.
Él es mi “almost there”, lo más cercano a lo que quiero. Cuando tuvimos la oportunidad, él no pudo encontrar mi llave para terminar de acercarse, y yo no pude encontrar la suya. Eso es suficiente para aceptar, que otra vez más, a pesar del cariño que le tengo, no me alcanza lo que siento para seguir pensando en él.
Había una vez un enorme e imponente río, y frente a éste se encontraba un escorpión queriendo llegar a la otra orilla, pero como todos saben los escorpiones no saben nadar. Después de lamentarse un rato por su condición de escorpión, vio a un sapo que se pasaba horas nadando libremente, feliz de la vida, yendo de un lado al otro.
El escorpión muy amablemente le pregunta:
-Señor sapo, podría usted ser tan amable de llevarme en su espalada hasta la otra orilla del río?
El sapo mira el aguijón del escorpión y sin pensarlo dos veces le dice:
-No, usted es un escorpión y si le permito subir a mi espalda, lo mas seguro es que me pique y me termine matando.
El escorpión se pone triste y se lamenta por no saber nadar. Llora incansablemente y le pide que por favor confiara en él:
- Señor sapo no ve usted que necesito pasar al otro lado y la única forma de logarlo es si usted me lleva en su espalda y me deja en la otra orilla? Tampoco ve que si voy en su espalda y lo pico moriré junto con usted?
El sapo mira al escorpión y decide ayudarlo. Al fin y al cabo era verdad lo que le estaba diciendo, si lo pica, ambos morirán.
Así que lo invita a subir a su espalda lo ayuda a cruzar el río.
Cuando van por el medio del río siente un pinchazo en la espalda, el dolor paraliza su cuerpo y la muerte lentamente comienza arropar su vida, dejándolo triste y débil.
Mira hacia arriba llorando y moribundo le pregunta:
-Señor escorpión, porque me picó si sabía que ambos moriríamos?
El escorpión, más triste que el sapo, mira como puede a su victima y con un doloroso llanto desgarrado le contesta:
-Señor sapo, perdóneme, pero no pude evitarlo, es que esta muy adentro, en lo profundo, metido en mi ser. No pude evitar picarlo, perdone pero es mi naturaleza.
Hoy, dando vueltas en la cama me acordé de esta fabula.
Ahí fue cuando me dejé de castigar por lo que pude haber hecho mejor, por cómo debí haber actuado o qué le podría haber dicho. Dejé de arrepentirme por la manera en que actué y me perdoné.
Él es mi “almost there”, lo mas cercano a lo que quiero. Pero, a pesar de que mis pensamientos a veces me engañen, no es lo que quiero.
Cuando estábamos juntos faltaba un paso para lograrlo, para llegar a ese punto en donde no se vuelve.
Teníamos todo lo que hace falta. No podíamos estar un segundos lejos del otro, nos adorábamos, habíamos logrado intimidad desde el primer beso, no podíamos sacarnos las manos de encima, el sexo era de esos que no se repiten y la risa, cuando estábamos juntos, era moneda corriente en nuestras caras. No nos faltaba casi nada para dar ese paso.
Pero la esencia es una, y no cambia.
Hoy, un año después, puedo verlo claramente. El no se la juega por nada, nunca.
En su momento, cuando estábamos juntos, había algo que lo frenaba. Yo me enojaba y no lo entendía. Creía que era falta de cariño o inmadurez y terminábamos discutiendo. Tiempo después me confesó que era miedo lo que sentía. Se veía enamorado, necesitándome y eso lo frenaba. Eso se mezcló con mis fobias y nos terminamos separando.
Ahora, él esta con alguien más. Pero no me termina de dejar. Una vez no se la jugó por mí, y ahora no se la juega por ella. Se conforma y se controla. Cada vez que me ve se pone nervioso, se vuelve torpe, toma un poco de más y se termina acercando. Todos se dan cuenta de lo que pasa, pero nadie dice nada.
Lo pienso y me acuerdo de lo que me dijo mi papá. La esencia no cambia, es más fuerte que la misma voluntad.
Y yo… yo si me la juego. Me equivoco, me tropiezo, me caigo, pero me vuelvo a levantar. No me conformo, y en el futuro cerca no está en mis planes hacerlo. Es por eso que me resulta tan difícil entenderlo.
Siempre quiso irse a vivir afuera, pero tiene demasiado miedo para hacerlo. En su momento, si él se la hubiese jugado quizá yo hubiese actuado de otra manera, quizá hubiese funcionado. Hoy, si yo estuviese en su lugar, no me podría quedar como se queda él, congelado en el abrazo y con una relación que no lo satisface. Yo dejaría todo y probaría. O me dejaría a mí, y me jugaría por mi novia. Me parece frío no hacerlo, quedarme en el medio, en el lugar seguro.
Él es mi “almost there”, lo más cercano a lo que quiero. Cuando tuvimos la oportunidad, él no pudo encontrar mi llave para terminar de acercarse, y yo no pude encontrar la suya. Eso es suficiente para aceptar, que otra vez más, a pesar del cariño que le tengo, no me alcanza lo que siento para seguir pensando en él.
sábado, 9 de abril de 2011
SEX TIME
1. I couldn't help but wonder... porqué alguien es malo en la cama?
Después de algunas experiencias sexuales se supone que uno va aprendiendo algunas cosas sobre el tema. Cómo moverse, en dónde tocar, el a b c del foreplay y algún que otro dato más.
Por eso llego a la conclusión de que la culpa la tiene, sola y exclusivamente, la ex pareja de la persona en cuestión, por no coparse y enseñarle como se hace.
2. Y este es el punto en donde, hombres y mujeres, nos diferenciamos por completo. Nosotras estudiamos en detalle y exhaustivamente todas las experiencias propias y ajenas, para mejorar, aprender y poder innovar y calentar como se debe.
Después de haber consultado a varios amigos y conocidos, me vengo a enterar que ellos no hacen lo mismo. Cuentan sus historias, si. Pero el que toca muy bien no le pasa el dato al que no la tiene muy clara. Cuentan detalles irrelevantes, como el tamaño de las tetas o si estuvo mejor o peor el encuentro. Pero ninguno consulta cuando tiene dudas, ninguno pasa consejos copados. Son demasiado orgullosos como para hacerlo.
3. A ustedes, hombres. Alguna vez, alguna mina les fingió en la cama, sin excepción. Y no, no crean que lo que estoy diciendo es bullshit, porque se darían cuenta si les hubiese pasado. Porque les pasó.
4. Seremos capaces de olvidarnos de nuestro chico/a 10 en esta vida?
Creo que es químicamente imposible olvidarse de tu mejor sexo. Cada vez que te encuentres con esa persona, el radar va a encender el imán que a su vez va a emanar un aroma especial, hormonas o lo que fuere, y de alguna manera van a terminar revolcándose en cualquier lugar o deseando haberse revolcado.
No te vas a poder olvidar fácilmente de esa persona. Quizá vas a pensar en él hasta que encuentres a alguien que logre superarlo y pase a ocupar ese lugar. El que te sopla y te derrite, el que abraza y te enciende el que se acerca y no hay vuelta atrás… el lugar privilegiado del chico 10.
Después de algunas experiencias sexuales se supone que uno va aprendiendo algunas cosas sobre el tema. Cómo moverse, en dónde tocar, el a b c del foreplay y algún que otro dato más.
Por eso llego a la conclusión de que la culpa la tiene, sola y exclusivamente, la ex pareja de la persona en cuestión, por no coparse y enseñarle como se hace.
2. Y este es el punto en donde, hombres y mujeres, nos diferenciamos por completo. Nosotras estudiamos en detalle y exhaustivamente todas las experiencias propias y ajenas, para mejorar, aprender y poder innovar y calentar como se debe.
Después de haber consultado a varios amigos y conocidos, me vengo a enterar que ellos no hacen lo mismo. Cuentan sus historias, si. Pero el que toca muy bien no le pasa el dato al que no la tiene muy clara. Cuentan detalles irrelevantes, como el tamaño de las tetas o si estuvo mejor o peor el encuentro. Pero ninguno consulta cuando tiene dudas, ninguno pasa consejos copados. Son demasiado orgullosos como para hacerlo.
3. A ustedes, hombres. Alguna vez, alguna mina les fingió en la cama, sin excepción. Y no, no crean que lo que estoy diciendo es bullshit, porque se darían cuenta si les hubiese pasado. Porque les pasó.
4. Seremos capaces de olvidarnos de nuestro chico/a 10 en esta vida?
Creo que es químicamente imposible olvidarse de tu mejor sexo. Cada vez que te encuentres con esa persona, el radar va a encender el imán que a su vez va a emanar un aroma especial, hormonas o lo que fuere, y de alguna manera van a terminar revolcándose en cualquier lugar o deseando haberse revolcado.
No te vas a poder olvidar fácilmente de esa persona. Quizá vas a pensar en él hasta que encuentres a alguien que logre superarlo y pase a ocupar ese lugar. El que te sopla y te derrite, el que abraza y te enciende el que se acerca y no hay vuelta atrás… el lugar privilegiado del chico 10.
miércoles, 6 de abril de 2011
martes, 5 de abril de 2011
lunes, 4 de abril de 2011
HISTERIAS DE OFICINA
Por la oficina pasa gente, mucha gente. Un promedio de 30 personas por día vienen a contarnos sus problemas, sus conflictos y, en consecuencia, un poco de su vida. Algunos se sienten lo suficientemente cómodos para hablarnos durante horas y volver, pero otros simplemente vienen, firman, hacen lo que tienen que hacer y se van.
Hace algunas semanas llamó una clienta para confirmarme los nombres de cuatro personas que tenían que venir a firmar un contrato a la oficina. Al final de la charla me dice riéndose: “Mira que el chico que te mando es muy lindo, es piloto, tiene 30 años y está SOLTERO!”. Yo me río educadamente, y por las dudas, me fui a retocar un poco al baño. Uno nunca sabe…
Dicho y hecho. Ese día conocí al piloto. Alto, rubio, uno de esos hombres que llaman verdaderamente la atención. Coqueteó un poco y fue uno de esos que se sintió lo suficientemente cómodo como para quedarse hablando un rato.
Horas después llama otra mujer afirmando que su hijo, quién tenía que venir a retirar unos documentos, era también, muy lindo. Me lo estaba regalando con moño. El abogado, de 25 años, que le faltaban dos materias para terminar su carrera vino a la oficina a última hora. Yo estaba contando los segundos para salir corriendo y terminar el día, pero nos quedamos hablando de la facultad, la vida, las materias, profesores y demás por 45 minutos. Se tornó todo demasiado evidente, y después de las miradas cómplices de la gente que quedaba en la oficina, me avergoncé y no tuve más remedio que despacharlo.
En ese momento quedaban dos clientes por atender. Los dos tenían alrededor de 60 años. Uno de ellos se me acerca al escritorio y muy directamente me dice: “Mañana te voy a mandar a mi hijo soltero para que te traiga los papeles que faltan. Así lo conocés.” Yo me río por lo absurda que se había vuelto la situación. Esto había dejado de ser una oficina y empezaba a parecer un boliche, o un servicio de citas.
Por si fuera poco, el cliente que quedaba, escucha por encima lo que me decía este señor y agrega: “Yo también tengo un hijo varón, de 28 años. Le voy a decir que venga.” Me río ya, un tanto confundida, y respondo: “bueno, si es así tendré que empezar a venir más arreglada a la oficina.” Los dos hombres se ríen y se van.
Al otro día vuelve el señor de 60 años con su hijo, un morocho de 29 años, alto y que por casualidad fue al mismo colegio que yo, pero se recibió varios años antes. Tan evidentes eran las intensiones del señor, que no pudimos evitar empezarnos a reír, y al pobre pibe no le quedó otra que acercarse para hablar.
Desde ese día, Pedro viene dos o tres veces por semana con alguna excusa a la oficina, manda mensajes diariamente para “chequear que todo esté en orden” y de paso, me desea un lindo día y me pregunta cómo estoy.
Pedro tardó un mes, 9 venidas a la oficina y 15 mensajes para invitarme a salir.
Nada mal para el horario de oficina, no?
Hace algunas semanas llamó una clienta para confirmarme los nombres de cuatro personas que tenían que venir a firmar un contrato a la oficina. Al final de la charla me dice riéndose: “Mira que el chico que te mando es muy lindo, es piloto, tiene 30 años y está SOLTERO!”. Yo me río educadamente, y por las dudas, me fui a retocar un poco al baño. Uno nunca sabe…
Dicho y hecho. Ese día conocí al piloto. Alto, rubio, uno de esos hombres que llaman verdaderamente la atención. Coqueteó un poco y fue uno de esos que se sintió lo suficientemente cómodo como para quedarse hablando un rato.
Horas después llama otra mujer afirmando que su hijo, quién tenía que venir a retirar unos documentos, era también, muy lindo. Me lo estaba regalando con moño. El abogado, de 25 años, que le faltaban dos materias para terminar su carrera vino a la oficina a última hora. Yo estaba contando los segundos para salir corriendo y terminar el día, pero nos quedamos hablando de la facultad, la vida, las materias, profesores y demás por 45 minutos. Se tornó todo demasiado evidente, y después de las miradas cómplices de la gente que quedaba en la oficina, me avergoncé y no tuve más remedio que despacharlo.
En ese momento quedaban dos clientes por atender. Los dos tenían alrededor de 60 años. Uno de ellos se me acerca al escritorio y muy directamente me dice: “Mañana te voy a mandar a mi hijo soltero para que te traiga los papeles que faltan. Así lo conocés.” Yo me río por lo absurda que se había vuelto la situación. Esto había dejado de ser una oficina y empezaba a parecer un boliche, o un servicio de citas.
Por si fuera poco, el cliente que quedaba, escucha por encima lo que me decía este señor y agrega: “Yo también tengo un hijo varón, de 28 años. Le voy a decir que venga.” Me río ya, un tanto confundida, y respondo: “bueno, si es así tendré que empezar a venir más arreglada a la oficina.” Los dos hombres se ríen y se van.
Al otro día vuelve el señor de 60 años con su hijo, un morocho de 29 años, alto y que por casualidad fue al mismo colegio que yo, pero se recibió varios años antes. Tan evidentes eran las intensiones del señor, que no pudimos evitar empezarnos a reír, y al pobre pibe no le quedó otra que acercarse para hablar.
Desde ese día, Pedro viene dos o tres veces por semana con alguna excusa a la oficina, manda mensajes diariamente para “chequear que todo esté en orden” y de paso, me desea un lindo día y me pregunta cómo estoy.
Pedro tardó un mes, 9 venidas a la oficina y 15 mensajes para invitarme a salir.
Nada mal para el horario de oficina, no?
domingo, 3 de abril de 2011
Y TE VI OTRA VEZ
Si pudiera volver a esa noche, si pudiera volver a elegir. Si pudiera volver el tiempo atrás me frenaría a tiempo. Si pudiera volver tener la posibilidad de subirme a ese auto o, en cambio, irme con vos. No lo dudaría y, sin pensarlo, me iría con vos.
Pero claro, es fácil pensar de esa manera ahora que se como resultaron las cosas.
Hoy puedo ver en tus ojos todo lo que me perdí. Todo lo que no tengo. Todo lo que era mío y regalé sin medir las consecuencias. Estábamos cerca y de alguna manera me escapé. Tuve que tirar y romper, alejarme y cerrarme. Te lastimé, y por más que me hayas perdonado, no se puede volver de ese lugar.
Te veo en esa fiesta y encontramos la manera de acercarnos. Nos alejamos del resto, nos sentamos en la escalera y me mirás como no me mira nadie. Nos reímos y me llamás la atención. Pero no podemos evitar hablar de todo lo que hicimos y dejamos de hacer en este tiempo. No nos alcanza con la risa. Es como si hubiéramos estado esperando el encuentro casual para contarnos todo, para recuperar el tiempo perdido, pero somos demasiado orgullosos para llamar.
Siento que tenés ganas de abrazarme pero no lo hacés. Yo muero de ganas de darte un beso, pero no lo hago. Mantenemos distancia como dos desconocidos, como si nunca me hubieras hecho el amor hasta el cansancio.
Te tratás de acercar, pero hoy es todo demasiado complicado. Hoy tenés novia, vos seguiste adelante y yo sigo con mambos por resolver. Nos damos cuenta de lo que pasa, y nos alejamos a tiempo. Vos te vas por tu lado y yo por el mío.
Seguimos nuestras rutinas como si no nos hubiéramos encontrado, como si no hubieras tenido ganas de abrazarme y como si yo no hubiera tenido ganas de darte un beso. Hasta encontrarnos en la próxima fiesta y que todo esto vuelva, como cada vez que nos vemos.
Me voy a dormir y pienso lo que alguna vez me dijiste: “no te tenías que ir, esos mambos los podíamos resolver juntos.”
Pero yo me fui. Lo dejé. Hoy, si pudiera volver el tiempo atrás no lo dudaría, lo elegiría a él sin pensarlo.
Pero claro, es fácil pensar de esa manera ahora que se como resultaron las cosas.
Hoy puedo ver en tus ojos todo lo que me perdí. Todo lo que no tengo. Todo lo que era mío y regalé sin medir las consecuencias. Estábamos cerca y de alguna manera me escapé. Tuve que tirar y romper, alejarme y cerrarme. Te lastimé, y por más que me hayas perdonado, no se puede volver de ese lugar.
Te veo en esa fiesta y encontramos la manera de acercarnos. Nos alejamos del resto, nos sentamos en la escalera y me mirás como no me mira nadie. Nos reímos y me llamás la atención. Pero no podemos evitar hablar de todo lo que hicimos y dejamos de hacer en este tiempo. No nos alcanza con la risa. Es como si hubiéramos estado esperando el encuentro casual para contarnos todo, para recuperar el tiempo perdido, pero somos demasiado orgullosos para llamar.
Siento que tenés ganas de abrazarme pero no lo hacés. Yo muero de ganas de darte un beso, pero no lo hago. Mantenemos distancia como dos desconocidos, como si nunca me hubieras hecho el amor hasta el cansancio.
Te tratás de acercar, pero hoy es todo demasiado complicado. Hoy tenés novia, vos seguiste adelante y yo sigo con mambos por resolver. Nos damos cuenta de lo que pasa, y nos alejamos a tiempo. Vos te vas por tu lado y yo por el mío.
Seguimos nuestras rutinas como si no nos hubiéramos encontrado, como si no hubieras tenido ganas de abrazarme y como si yo no hubiera tenido ganas de darte un beso. Hasta encontrarnos en la próxima fiesta y que todo esto vuelva, como cada vez que nos vemos.
Me voy a dormir y pienso lo que alguna vez me dijiste: “no te tenías que ir, esos mambos los podíamos resolver juntos.”
Pero yo me fui. Lo dejé. Hoy, si pudiera volver el tiempo atrás no lo dudaría, lo elegiría a él sin pensarlo.
viernes, 1 de abril de 2011
HELL YES!
MACHISMO A PLENO
You don't get to call me a whore! When I met you, I thought I had met the person I would spend then rest of my life with. I was done. So all the boys, and all the bars, and all the obvious daddy issues... who cared? Because I was done. You left me! You chose her! I'm all glued back together now. I make no apologies for how I chose to repair what you broke. You don't get to call me a whore!
LAGRIMAS DE COCODRILO
Ayer me acordé de esa sensación que tuve cuando corté con mi ex.
Cuando sentí que me ahogaba. Que no iba a parar de llorar en años. Que no me iba a volver a enamorar. Que no lo iba a superar nunca. Que no iba a llenar de ninguna manera todo ese tiempo y espacio que le pertenecía. Que lo iba a extrañar cada segundo de mis días. Que a pesar de los problemas y peleas nadie me iba a querer como me quiso él. Que dejarlo era lo más difícil que me iba a pasar en la vida. Que nadie más me iba a bañar cuando tenía 40° de fiebre y no reaccionaba. Que nadie se iba a quedar en la puerta de mi casa cuando nos peleábamos, esperando que lo perdonara. Que nadie me iba a llenar la casa de flores porque si. Que era el único que iba a salir corriendo a las 2 de la mañana si yo lo necesitaba. Que nadie me iba a conocer como me conocía él. Que nadie me iba a dejar todos los caramelos azules, el último poquito de coca y el mejor lugar del avión. Que nadie me iba a hacer el amor con las mismas ganas.
Lloré tanto que terminé agotada, toda hinchada y colorada. Y cuando hablo del llanto no hablo de esas lágrimas mediocres, banales e intrascendentes que pueden caer por una pelea, frustración o bien por una película. No me refiero al único llanto que los adultos tenemos permitido. Hablo de ese llanto que padecíamos cuando eramos chicos. El llanto sentido e incontrolable.
En ese momento juré que nunca más iba a llorar por un hombre. Y fue así, nunca más lloré por alguien de la manera en que lo lloré a él.
Hasta que, pasó lo impensable. Sin darme cuenta mi ex fue desapareciendo poco a poco de mi vida y de mis pensamientos, hasta convertirse en un lindo recuerdo.
Desde ese día, lloré otras tres veces. La primera, cuando mi papá estaba internado en el hospital después de dos infartos, la siguiente fue cuando mi abuela se despidió de mí, el último día en que pudo hablar claro y consciente y la última fue el día en que ella falleció.
Pero cuando pensaba que no me quedaban más lágrimas para ningún hombre, después de tiempo y espacio, me volví a enamorar. Y fue una vez, hace ya bastante tiempo, mientras caminaba por la calle con mi mejor amiga, que de la nada empecé a llorar. Lloré como lloran los bebés. Con congoja y sacando mocos. Lloré abrazada a ella, y seguí llorando un rato más.
Me acuerdo de esos momentos y me siento tan lejos de ese lugar. Me extraña que, lo que en un momento se sentía completamente trascendente, terriblemente crucial y parecía insuperable, termina siendo nada más que un recuerdo.
Cuando sentí que me ahogaba. Que no iba a parar de llorar en años. Que no me iba a volver a enamorar. Que no lo iba a superar nunca. Que no iba a llenar de ninguna manera todo ese tiempo y espacio que le pertenecía. Que lo iba a extrañar cada segundo de mis días. Que a pesar de los problemas y peleas nadie me iba a querer como me quiso él. Que dejarlo era lo más difícil que me iba a pasar en la vida. Que nadie más me iba a bañar cuando tenía 40° de fiebre y no reaccionaba. Que nadie se iba a quedar en la puerta de mi casa cuando nos peleábamos, esperando que lo perdonara. Que nadie me iba a llenar la casa de flores porque si. Que era el único que iba a salir corriendo a las 2 de la mañana si yo lo necesitaba. Que nadie me iba a conocer como me conocía él. Que nadie me iba a dejar todos los caramelos azules, el último poquito de coca y el mejor lugar del avión. Que nadie me iba a hacer el amor con las mismas ganas.
Lloré tanto que terminé agotada, toda hinchada y colorada. Y cuando hablo del llanto no hablo de esas lágrimas mediocres, banales e intrascendentes que pueden caer por una pelea, frustración o bien por una película. No me refiero al único llanto que los adultos tenemos permitido. Hablo de ese llanto que padecíamos cuando eramos chicos. El llanto sentido e incontrolable.
En ese momento juré que nunca más iba a llorar por un hombre. Y fue así, nunca más lloré por alguien de la manera en que lo lloré a él.
Hasta que, pasó lo impensable. Sin darme cuenta mi ex fue desapareciendo poco a poco de mi vida y de mis pensamientos, hasta convertirse en un lindo recuerdo.
Desde ese día, lloré otras tres veces. La primera, cuando mi papá estaba internado en el hospital después de dos infartos, la siguiente fue cuando mi abuela se despidió de mí, el último día en que pudo hablar claro y consciente y la última fue el día en que ella falleció.
Pero cuando pensaba que no me quedaban más lágrimas para ningún hombre, después de tiempo y espacio, me volví a enamorar. Y fue una vez, hace ya bastante tiempo, mientras caminaba por la calle con mi mejor amiga, que de la nada empecé a llorar. Lloré como lloran los bebés. Con congoja y sacando mocos. Lloré abrazada a ella, y seguí llorando un rato más.
Me acuerdo de esos momentos y me siento tan lejos de ese lugar. Me extraña que, lo que en un momento se sentía completamente trascendente, terriblemente crucial y parecía insuperable, termina siendo nada más que un recuerdo.
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