jueves, 21 de abril de 2011

ÉL LE ESCRIBE



- Hace mucho que no viene esa chica con la que salías, como se llamaba?

La vieja no era muy buena para los nombres, nunca sabía como se llamaba nadie. Ni amigos, ni parientes, ni siquiera ella, con su pelo largo hasta la cintura que caía balanceándose de lado a lado, ojos en forma de almendras color marrón y una sonrisa hermosa, contagiosa. No recuerdo donde la conocí, pero no importaba. En ese momento era exactamente lo que necesitaba. Esas mujeres que te hacen sentir únicos. Ella se preocupaba por que me sienta bien pero yo estaba ciego y no podía verlo. Era tan perfecto que parecía normal. Sin quejas, reclamos o siquiera advertencias, me hacia sentir que tenia algo que jamás merecí. Pero un día tendríamos que hablar, así lo llamó ella, quizás ya era demasiado tarde. No hay mas fuerzas, repetía semana a semana, mientras yo procuraba excusas para verla, hablarle, tocarla, abrazarla, besarla o hasta hacerle el amor. No hay mas fuerzas para besar. No hay fuerza para abrazar, hablar, tocar, mirar. En ese momento me di cuenta de todo lo que había perdido, era ella la que me hacia feliz. Si no podía hacerle el amor o besarla, aparecía la necesidad. Sin Abrazarla o tocarla, un dolor subía desde la panza hasta la garganta, recorriendo lentamente el pecho. Pero si no me dejaba hablarle o verla, no valía la pena seguir.

- Ana... Le sonreí a mi vieja.

No hay comentarios:

Publicar un comentario