viernes, 1 de abril de 2011

LAGRIMAS DE COCODRILO

Ayer me acordé de esa sensación que tuve cuando corté con mi ex.

Cuando sentí que me ahogaba. Que no iba a parar de llorar en años. Que no me iba a volver a enamorar. Que no lo iba a superar nunca. Que no iba a llenar de ninguna manera todo ese tiempo y espacio que le pertenecía. Que lo iba a extrañar cada segundo de mis días. Que a pesar de los problemas y peleas nadie me iba a querer como me quiso él. Que dejarlo era lo más difícil que me iba a pasar en la vida. Que nadie más me iba a bañar cuando tenía 40° de fiebre y no reaccionaba. Que nadie se iba a quedar en la puerta de mi casa cuando nos peleábamos, esperando que lo perdonara. Que nadie me iba a llenar la casa de flores porque si. Que era el único que iba a salir corriendo a las 2 de la mañana si yo lo necesitaba. Que nadie me iba a conocer como me conocía él. Que nadie me iba a dejar todos los caramelos azules, el último poquito de coca y el mejor lugar del avión. Que nadie me iba a hacer el amor con las mismas ganas.

Lloré tanto que terminé agotada, toda hinchada y colorada. Y cuando hablo del llanto no hablo de esas lágrimas mediocres, banales e intrascendentes que pueden caer por una pelea, frustración o bien por una película. No me refiero al único llanto que los adultos tenemos permitido. Hablo de ese llanto que padecíamos cuando eramos chicos. El llanto sentido e incontrolable.

En ese momento juré que nunca más iba a llorar por un hombre. Y fue así, nunca más lloré por alguien de la manera en que lo lloré a él.

Hasta que, pasó lo impensable. Sin darme cuenta mi ex fue desapareciendo poco a poco de mi vida y de mis pensamientos, hasta convertirse en un lindo recuerdo.

Desde ese día, lloré otras tres veces. La primera, cuando mi papá estaba internado en el hospital después de dos infartos, la siguiente fue cuando mi abuela se despidió de mí, el último día en que pudo hablar claro y consciente y la última fue el día en que ella falleció.

Pero cuando pensaba que no me quedaban más lágrimas para ningún hombre, después de tiempo y espacio, me volví a enamorar. Y fue una vez, hace ya bastante tiempo, mientras caminaba por la calle con mi mejor amiga, que de la nada empecé a llorar. Lloré como lloran los bebés. Con congoja y sacando mocos. Lloré abrazada a ella, y seguí llorando un rato más.

Me acuerdo de esos momentos y me siento tan lejos de ese lugar. Me extraña que, lo que en un momento se sentía completamente trascendente, terriblemente crucial y parecía insuperable, termina siendo nada más que un recuerdo.

1 comentario:

  1. ME GUSTÓ MUCHO! NO QUE LLORES, SINO LO QUE ESCRIBISTE!

    YO SOY DE LAS QUE LLORA POR TODO =( POR ESO ME EXTRAÑA QUE PUEDAS ACORDARTE TAN GRAFICAMENTE DE CADA VEZ QUE LLORASTE.

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