No tengo idea si lo que voy a hacer de mi vida va a cambiar, aunque sea en una mínima parte al mundo. No tengo idea en donde voy a estar dentro de diez años. No tengo idea si estas palabras, algún día van a invitar a alguien a la reflexión.
Se que formo parte de algo que entiendo es infinito, inmenso y que cada gesto de hoy, de algún modo, puede cambiar algo mañana, aunque sea a mil kilómetros de distancia.
Creo que estamos todos profundamente conectados, unidos, somos similares y cercanos, aun estando lejos.
Somos todos parecidos en nuestros errores y en nuestra fragilidad, todos tenemos miedos, todos nos sentimos incomprendidos de algún modo, pero todos necesitamos algo.
Y ese algo lo tenemos que buscar nosotros, en el bien o en el mal, para reinventarnos, siempre.
Espero que mis palabras viajen por el mundo, espero que pasen por las manos de mucha gente, espero que mañana puedan traerme de vuelta a este momento y regalarme un poco de conocimiento.
Cada persona que encontremos en nuestra vida, aunque sea por un momento, nos va a dejar algo.
Quizás vamos a caminar juntos durante unos días, quizás por algunos meses o años, y, en el mejor de los casos, nos va a agarrar de la mano para toda la vida.
Pero no importa cuánto y dónde, importa el cómo.
Hay personas que te cambian la vida, personas de las cuales podes aprender algo, personas que te van a hacer sentir profundamente equivocado, personas que te van a valorar como ni siquiera vos mismo lo podrías hacer.
Aprende a quedarte con algo de cada persona que encuentres.
Si, quedáte con algo de cada persona que te cruces. Quedáte con algo del viejito que esta al lado tuyo en la fila del correo, que no espera otra cosa mandarle un paquete al hijo que está lejos. Quedáte con algo de la madre que está esperando a su hijo en la puerta del colegio. Quedáte con algo de las personas que te critican y que te dicen que estás equivocado. De la gente que te aprecia por lo que sos, de quienes conoces todos tus límites, y sin embargo, están siempre al lado tuyo.
Tomate el tiempo para pensar, para apreciar a tus viejos, para valorar un favor que te hicieron sin pedir nada a cambio, un regalo inesperado, una comprensión que no creías que podía llegar.
Agradecé más seguido a la gente, al que te tiene la puerta en un negocio, quien te deja pasar primero en la calle, quien te da esos centavos que te faltan para pagar el estacionamiento.
Apreciá todo lo que tenés y mejorálo. Pero sobretodo, mejoráte a vos mismo, en cada modo que sea posible.
Y, finalmente, aprende de tus errores, que son una advertencia para no volver a cometerlos de nuevo en un futuro.